septiembre 05, 2014

Quo (1974).

A muchos les hubiese gustado pillar la fórmula mágica a la que, con alquimia de géneros, llegaron Alan Lancaster y Francis Rossi, casi desde sus orígenes. Aunque la cosa comenzó con un rock and roll de emulsiones un tanto rancias, fue evolucionando hasta llegar a la mezcla perfecta: el esquema del blues tradicional de doce compases, acelerado a un tempo medio de 120 pm, adornado con melodías pentatónicas y decorado con bonitas armonías.

Personalmente, opino que hasta la incorporación de Rick Parfitt para doblar en las guitarras, no se consolido ese riff mágico y peculiar, que se ha convertido en la marca de la casa Status Quo, y que tan buenos resultados les ha dado a través del tiempo; aunque, también personalmente, prefiero obviar ese tiempo en los que Lancaster salió de escena y la música de la banda se convirtió en pasto de la radio-fórmula y de los mass media.

Pero volviendo al pasado de los Quo y en definitiva a lo que más nos interesa –o por lo menos a lo que más me interesa a mi-  hoy tocó hacer retrospectiva y recuperar un álbum que, quizás, quedó eclipsado por la sorpresa de sus predecesores Piledriver y Hello! y por la calidad incipiente del subsiguiente On the Level, y que es compendio de un conjunto de temas que desprende rock and roll llano cuyas únicas pretensiones son hacernos disfrutar de 37 minutos -40 si le sumamos el extra Lonely Night de la reedición que Mercury hizo en 2005- de música impregnada a partes iguales de euforia y optimismo: Quo.

Aunque las vacaciones sean para algunos agua un tanto pasada, para otros finen en breve y ante las perfectivas de la calma pausada de la rutina diaria, el momento invita a hacer un viaje en el tiempo de 1974 para paladear los riffs eléctricos de temas como Break The Rules –que originalmente pasó a la cara B del single promocional editado para España por Mercury junto a Just Take Me quizás tratando de evitar la tijera del censor de una dictadura que daba sus últimos estertores-, de momentos potentes en Blackwater dónde las telecaster se complementan si titubeos, con el interplay brillante entre Rossi y Parfitt en Don’t Think It Matters  o con las armonías nada pretenciosas de Fine Fine Fine.

Aunque haya quien pueda opinar que Quo es un álbum un tanto falto de sustancia para el rockero sesudo y aunque la realidad evidencia que éste no es un trabajo conceptual en el que se encuentran grandes suites, lo cierto es que el disfrute está garantizado desde el arranque, desde el primer sorbo, como si estuviésemos ante una taza de café cuyo aroma tiene un buqué de cuarenta años.

Desde aquí os invito a disfrutar de una taza de este fantástico euforizante. Feliz fin de semana.

2 comentarios :

KARLAM dijo...

Ojo con los primeros discos de Status Quo! Mucha gente tiene una imagen distorsionada de este grupazo porque los asocian a las típicas canciones que todo el mundo conoce. Más allá de los hits comerciales, los Quo tienen un hueco en el Olimpo de los grandes, y aun se mantienen con mucha dignidad. No todos pueden decir lo mismo. Por cierto, buenisimo este disco, de esos tapados que con el tiempo se disfrutan mucho más.

Saludos!!

Aurelio dijo...

Estoy completamente de acuerdo con que los primeros discos de Status Quo tienen un gran potencial, la evolución del sonido es paulatina y notoria desde los primeros trabajos hasta discos como Quo, por ejemplo. Me gustan y les respeto por trabajos como éste y similares, que nada tienen que ver con los últimos álbumes.

Un abrazo.

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